Tuesday, July 14, 2009

La tarde del 21 de Abril.





La tarde del 21 de Abril.

Caminando de regreso hacia el pobre, viejo y mustio apartamento ático de la calle 41st Road a media cuadra de Main Street, me llevé el recuerdo en mi mente de todas esas imágenes imborrables del Jardín de las Flores.

Como si hubiera estado deslumbrada, hipnotizada con el manjar de fresas salvajes y opulentas orquídeas de ese jardín de pétalos de rosas, bajo un cielo de durazno aterciopelado y con el suave perfume de la brisa ámbar que se confundía bajo la lluvia de flores multicolores. Así me bañé de pies a cabeza con el recuerdo de la hermosa primavera de New York, emprendiendo mi viaje sin retorno al país de los sueños con mi tan esperada doncella del alba.

Llegamos al apartamento ático con Phil, y yo me tiré en la cama adolorida. Ya había comenzado el trabajo de parto, que poco a poco me iría desvaneciendo del dolor. La cuna estaba al lado de nuestra cama. La cuna me la había regalado la amiga Pilar, así como muchas otras cosas que nos habían regalado cuando nos casamos Phil y yo. Sentía en mi ser, que el bebé era muy grande para lo que era entonces mi pequeño cuerpo. En esa época no había los avanzes tecnológicos como hubo posteriormente.

Comenzaba la caída del sol y crecía la tarde, así también el dolor con el pasar de las horas. Phil estaba a mi lado cuidándome. Su hermana Nita llegó a visitarme y a prestarme alguna ayuda. Yo comenzé a sentir dolores insoportables más frecuentemente, entonces empezé a gritar del dolor con cada empujón de salida que daba mi bebé. Ellos, Phil y Nita, me miraban perplejos y se mataban de risa de verme retorcer del dolor y escucharme gritar.

Teníamos un coche viejo de 6 cilindros de los comienzos de los años 70. Era un Plymouth Duster de color verde hoja, y me lo había vendido mi amiga Jean. Phil conducía el auto, y me llevó al hospital que estaba más cerca al final del Jardín Botánico. Entramos rápidamente a la sala de emergencia (E.R.) del llamado en ese entonces "Booth Memorial Hospital". Posteriormente le cambiarían el nombre por otro.
Las enfermeras me hicieron pasar a un consultorio para que me revisara un médico de guardia. La noche profunda había comenzado ya que oscurecía temprano. Me dijeron que aún no tenía una dilatación importante como para dejarme internada. Entonces, Phil y yo tuvimos que regresar al apartamento lamentablemente. No me sentí respetada allí en mis derechos humanos, ni en los derechos a la vida de mi bebé. En parte, me trataron cruelmente. Los dolores de parto se hacían más seguidos, más fuertes e intolerables. Yo pensaba que el bebé estaba por salir de cualquier manera y me desgarraría de lado a lado. También pensaba que el bebé podía morir asfixiada en el intento por salir. Entonces, Phil y yo seguíamos insistiendo una y otra vez de camino al hospital, para que me dejaran internada y poder tener allí mi bebé. Sentía miedo que podía tener el parto hasta en la calle, y eso nos podía haber matado a las dos. Los dolores eran constantes y fuertes. Ya era pasada la medianoche, de madrugada cuando recién me admitieron, me aceptaron y me dejaron internada en la sala de pre-partos. Por mis súplicas y pedidos, me dieron una inyección para que durmiera algunas horas y poder descansar un poco, ya que estaba desfalleciendo del agotamiento; yo era alérgica y asmática y no podía soportar más, creía que iba a morir... Phil estaba todo el tiempo a mi lado, y nadie más que él. Todos se habían borrado. Me sentía muy sola en todas partes, pero con la esperanza del nacimiento de mi bebé quedaría atrás mi soledad. La princesa dorada, la doncella del alba pronto saldría a la vida...
Gracias a la vida que naciste, y que estás siempre viva!!
Starry.

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