Friday, June 12, 2009

"Gracias a la vida..."


"Gracias a la Vida..."


Caminando por esos hermosos jardines de la maravillosa creación de Dios, recordaba al poeta Neoyorquino del siglo 19, Walt Whitman, cuando exhortaba sus pensamientos y filosofaba en sus versos poéticos sobre el milagro de la vida. Escribía...

"¿Qué es la hierba?, me dijo un niño con sus manos cargadas. ¿Qué podía contestarle, si tampoco lo sé? Quizás sea la bandera de mi alma tejida con sustancias de verdes esperanzas. O el pañuelo de Dios, un regalo fragante que se pierde a sabiendas; tal vez en uno de sus extremos lleva un nombre bordado, o quizás es la hierba ella misma una chiquilla tierna retoño de la vegetación...

¿Han pensado que es una suerte haber nacido? Pues yo sé que morir no es suerte, sino una desgracia. Agonizo con los que mueren y nazco con los niños de la vida. Examino la variedad inmensa de lo existente: nada hay igual y todo ello es bueno. Buena la tierra, buenos los astros y cuanto ellos contienen.

Yo no soy sólo tierra, ni lo que hay en la tierra. Soy la buena y fiel compañera de todo buen ser humano y ser existente en la viña del Señor, la madre y la madre de las madres. Veo los niños y quienes los engendran. Están todos desnudos ante mí, pues puedo ver a través de sus ropas..." Sus corazones son frágiles, y yo puedo leer en sus ojos sus corazones mortales.

El bebé duerme en su cuna, y Dios vela su sueño blanco empapado en su alma blanca, impecable y fuera de toda mancha.

El camino se abre ante mí. El amanecer ya comenzó hace rato. El vivero está ausente de gente, pero lleno de vida de plantas. Los jardines desbordan de flores, césped y árboles. La creación se inclina ante mí cada día. Pronto vendrá la doncella del alba para matar mi soledad abismal, y llenar mi vida con su alegría viva. Lo presentía desde cada célula de mi ser. La doncella me llamaba desde adentro de mi joven útero. Yo le hablaba con susurros y acariciaba sus movimientos desesperados por nacer. El dolor me apretaba el pecho, me quitaba la respiración, me tironeaba cada salida de mi ser. Seguía caminando, porque los médicos me habían dicho que era bueno caminar para la circulación de la sangre. Recién había comenzado a dilatarse la boca de salida de mi doncella del alba. Iba a dejar atrás mi soledad penetrante, para compartir mi vida con la princesa de mi vida. Recuerdos de ayer, hoy puedo escribir que pasaron más de 30 años. Gracias a la vida que estamos vivas, mi doncella y yo.

Autora: Starry Dawn.

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