Sunday, August 2, 2009

"Los Muebles de las Calles."


Los Muebles de las Calles.


No deseo contar ésta historia como un ramillete de biografías cronológicas. Mi intención es narrar los hechos que recuerdo fueron importantes en mi vida y que cambiarían mi historia para siempre. De modo que a veces voy hacia atrás recordando momentos inolvidables aunque sean tristes. Por eso deseo destacar algunos hechos antes de continuar con el parto de mi hermosa doncella.

Puse como título de ésta narración, "Los muebles de las calles."

La amiga Pilar que vivía en New York al principio, después se mudó a California y finalmente a la Florida, me decía que los bebés nacían con un pan abajo del brazo. Yo estaba muy preocupada cómo haría para mantener a mi bebé, ya que Phil y yo éramos muy pobres en esos momentos. Sin embargo, en el fondo de mi corazón confiaba que Dios nos iría a ayudar en todo.

La vida se hacía muy difícil para los inmigrantes que estaban recién llegados. La madre de Phil se llamaba Sra. Carmela. Ella me convidaba frecuentemente con su comida típica casera y me daba muchos consejos. Me decía que tenía que comer doblemente, una por mí y otra por mi bebé. Yo estaba gorda como una vaca. También me mostraba los lugares más bonitos de la zona, y fue ella que me hizo conocer el Jardín Botánico que visitaríamos con frecuencia. Me llevaba a conocer las tiendas, los supermercados y todos los lugares de comidas por la zona. Phil y sus padres habían llegado a New York como inmigrantes unos años antes que yo. El padre tenía dos trabajos, de día, de noche y los fines de semana. Phil lo acompañaba en los mismos trabajos. Ellos ya habían adquirido cierta experiencia de los lugares de New York, por lo tanto esa familia me facilitaron enormemente las cosas. Recuerdo que la Sra. Carmela, mi suegra, me decía que saliéramos a buscar muebles en las calles, ya que la gente los tiraba cuando no los quería usar más. Muchos de esos muebles estaban en buenas condiciones, porque habían sido arrojados en las calles hacía poco tiempo. Ella y yo salíamos a buscar mesas, sillas, televisores, sillones, camas, colchones y todo tipo de muebles para el hogar. Entonces, recogíamos lo que más nos servía y lo llevábamos al pobre viejo ático en donde su hijo, Phil y yo vivíamos. La cunita, la mayor parte de la ropa de bebé, frazaditas y la ropita de la cuna me la había regalado la amiga Pilar. Había sido usado por su pequeño hijo, pero ya no lo necesitaba. Yo limpié bien la cunita y la pinté de color blanco brillante para que luciera de lo mejor. Otras mamás me regalaron más ropita de bebé, y otro tanto compramos nosotros. El colchón donde dormíamos lo encontramos en las calles, así como el televisor en blanco y negro, la mesa y las sillas, los sillones y todo cuanto poseíamos, que era poco y nada. La Sra. Carmela me llevó a una verdulería cercana donde recogió algunos cajones de manzana para formar las mesas de luz de noche. También los cajones de manzana servían como soporte para sostener el somier de la cama, sino hubiera estado apoyado en el suelo. Por suerte, las sábanas, toallas, utensilios para cocinar, platos, vasos y otras cosas del hogar fueron regaladas por la familia y amistades de ellos. También, nos regalaban ropa para ponernos. Verdaderamente vivíamos muy pobremente, pero nos sustentaba el fuego de nuestro gran amor. Phil estaba perdidamente enamorado de mí y yo de él. Éramos muy jóvenes y llenos de vida futura, por lo menos aparentemente...

El ático y la casa entera estaba llena de ratones y cucarachas. Yo escuchaba el ruido de ellos caminando por la cocina por las noches. Entonces, me levantaba y prendía la luz. Me encontraba con un espectáculo tenebroso. Los ratoncitos estaban subidos en la mesa comiendo las sobras o cuanto encontraban. Se iban corriendo cuando me veían. Phil ponía trampas por todos lados, y yo después tenía que regoger los cadáveres. No me gustaba nada nada ese espectáculo. Me había propuesto cambiar todo ese escenario, después que mi bebé naciera. Me pondría a trabajar para darle un futuro mejor a mi hija. Nunca podía aceptar semejante miseria ni para mí ni para ella...

Nunca me gustó matar a nadie, ni siquiera a un ratón. La vida es lo más precioso que puede existir. Y yo aprecio y valoro la vida sobre todas las cosas del mundo.

Ya estaba todo preparado, pobre pero lleno de amor. Pronto nacería mi bebé, y dejaría atrás mi soledad para siempre. Las mamás creamos y renovamos la vida cuando tenemos un hijo.

Así se forma una verdadera familia con muchos hijos frutos del amor...

Starry.
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