Thursday, June 18, 2009

"Me doy a mí misma si encuentro ecos."







Me doy a mí misma si encuentro ecos.

Desde muy jovenzuela, conocía mi corazón vulnerable al amor y todo lo que infundía el calor espiritual de ser amado con sinceridad. Deseaba encontrar ecos a mis afectos. Me decía mi corazón: "Me doy a mí misma si encuentro ecos." No siempre los encontraba, y moría en los intentos. En mi incanzable búsqueda de la felicidad, encontré montones de valles y oasis con manantiales de agua fresca apilados entre grandes desiertos en el medio de la nada. Me arrodillé ante los pies de Dios agradeciéndole por sus bendiciones. Yo sola nunca pude lograrlo.
El sueño de tener una hija, una compañera para el resto de mi vida, era un sueño muy fuerte que atezoraba en lo más profundo de mi ser. Yo la llamaba con mi corazón, y ella desde otro mundo me escuchaba sin decir palabras...

El poeta escribía..."Hombre o mujer, quisiera confesarte mi amor, pero no puedo, y quisiera decirte lo que se esconde en mí pero no puedo. Quisiera decirte la congoja que siento, la que no me abandona por la noche y el día. Yo no hago discursos. Cuando doy, me doy a mí misma por entero. Soy la que viene a socorrer al enfermo que gime entre dolores recostado en su lecho. Vengo a glorificar y a engrandecer. ¿Qué háces allí, impotente, arrodillada? Ábreme ya tu pecho para que infunda valor en tus entrañas, extiende bien las palmas de las manos y todo lo que tengas. No acepto negativas, me sobran las riquezas interiores, y ofrezco cuanto tengo. Sólo puedes hacer y ser lo que yo quiero. Respeto a todos, al que trabaja en los algodoneros y al que limpia las letrinas. Pongo en sus frentes un beso fraternal. Me acerco hasta la casa del que está agonizando para ayudar al que sufre en su agonía. Abrigo su cuerpo y tiendo los cobertores a los pies de su cama. Despido al médico y al cura. Me inclino sobre el ser humano que muere y lo levanto con una voluntad irresistible. Le ofrezco mi ayuda en todo lo que puedo y mi sincera misericordia. Le digo: "Por Dios, no desesperes, apóyate en mi cuerpo colgándote de mí. Te infundo un gran aliento, una mano tibia, un soplo gigantesco. El ejército de Dios, los Ángeles van ocupando tu casa. Quien me ame, se reirá de la muerte. Duerme, amiga, amigo, ellos y yo velaremos tu sueño, no habrá duda ni muerte que se atreva a tocarte, te he abrazado y con eso ya serás siempre mía. Mañana al despertarte, verás que no te engaño."

Vén ya, creación de mi ser, ser de mi ser, hija de mis entrañas, nace de una vez y puebla la creación con tu belleza más intensa. Vén hija querida, y llena de hermosos árboles que nunca perecerán en la Viña del Señor. Escucho el eco de mi bebé que suavemente me murmura: "Mamá, allí voy..."

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